08 de mayo 2022 , 09:59 p. m.
Buena decisión de la Corte, en medio de un ambiente espeso y enrarecido.
Ni en un estudiante de primer semestre de derecho habría sido admisible la peregrina teoría de que una ley estatutaria, como la ley de garantías electorales, podía modificarse mediante un mico colgado en la ley de presupuesto.
Tal despropósito, estoy seguro, cabalgó en el Congreso por causa de la confianza que les produjo a los congresistas la omisión reiterada de la Corte frente a las disposiciones generales de la ley de presupuesto, que se han convertido en un pestilente cuarto de san Alejo para meter toda suerte de goles apadrinados por las Comisiones Económicas donde han convivido, a lo largo de las décadas, probos expertos en hacienda pública con delincuentes de cuello blanco de la peor calaña.
También contribuyó a esa malsana confianza del Congreso el que algunas burradas descomunales quedan cubiertas con un manto de impunidad, la insólita y sorprendente validación del pupitrazo refrendatorio del acuerdo de paz, pasando por encima, desconociendo y burlando la voluntad expresa del pueblo soberano. Si la Corte toleró eso, pensarían en el Congreso, cualquier cosa es tolerable.