01 de mayo 2022 , 10:35 p. m.


Sin resultados creíbles no hay democracia que aguante.

Insisto. Hoy no hay mayor amenaza para la legitimidad y la estabilidad de nuestra democracia de cara a las elecciones presidenciales que la erosionada credibilidad de la Registraduría y los nubarrones que ya se dejan ver sobre su cielo.

Esa es la mala noticia. Y no está bien ni andarse con rodeos ni dorar la píldora. La cosa es muy grave.

La buena noticia es que todavía hay mucho por hacer si las campañas se pellizcan, si el Gobierno sigue subiendo el tono de voz como lo ha hecho el ministro del Interior, si los miembros del Consejo Electoral asumen con entusiasmo y diligencia sus competencias, si los órganos de control actúan y si en la Comisión Nacional de Garantías Electorales deciden sacudirse y desafiliarse de la legión de instancias inoperantes, inofensivas, inútiles e ineficaces, donde hoy ocupan visible posición.

He conversado detenidamente con el ministro Palacios y me alegra que esta semana haya vuelto a citar con agenda precisa y tareas concretas a la susodicha Comisión. Soy de la idea de que ante esta amenaza democrática, la Comisión debe estar en sesión permanente, reunida 24/7.

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